Caracara de montaña

El Caracara de Montaña (Daptrius megalopterus) es de común a bastante común en los Andes, donde su área de distribución no se solapa con especies estrechamente relacionadas al norte y al sur.

De poco común a bastante común en los Andes, donde su área de distribución no se solapa con especies estrechamente emparentadas al norte y al sur. Prefiere hábitats abiertos, desde llanuras de puna hasta desiertos sombríos y refugios de esquí, a menudo con acantilados rocosos cercanos. El adulto presenta un llamativo dibujo en blanco y negro con la cabeza y el pecho negros y la punta de la cola blanca. El juvenil es bastante similar al pequeño Chimango Caracara de las tierras bajas, pero se distingue por su pico negro (no pálido).

Hábitats y distribución

El caracara de montaña habita principalmente en entornos de gran altitud, normalmente entre 1.800 y 5.000 metros sobre el nivel del mar. Es más común en las regiones andinas, donde frecuenta paisajes abiertos como pastizales, zonas rocosas y tundra alpina. Esta ave está bien adaptada al accidentado terreno montañoso, y a menudo se la ve buscando comida en laderas empinadas y en zonas de vegetación escasa. Geográficamente, el área de distribución del caracara de montaña se extiende a lo largo de los Andes, desde Colombia en el norte hasta Ecuador, Perú, Bolivia y las regiones septentrionales de Chile y Argentina. La especie prefiere zonas con amplios espacios abiertos y una cubierta forestal limitada, donde puede cazar y carroñear con facilidad. Su preferencia por los hábitats de gran altitud hace que sea menos probable encontrarla en regiones más bajas y con mayor vegetación.

Comportamiento y reproducción

Los caracaras de montaña exhiben un notable comportamiento social, a menudo vistos en parejas o en pequeños grupos familiares. Sus hábitos de apareamiento se caracterizan por uniones monógamas que pueden durar varios años. Durante la época de cría, que suele tener lugar entre septiembre y diciembre, realizan elaboradas exhibiciones aéreas y vocalizaciones para reforzar los lazos de pareja y señalar su disposición a aparearse. Los nidos suelen construirse en acantilados o afloramientos rocosos, que ofrecen seguridad y puntos de observación. Ambos progenitores participan en la construcción del nido y la crianza de las crías, compartiendo responsabilidades en la incubación de los huevos y la alimentación de los polluelos. El éxito reproductivo de los caracaras de montaña está estrechamente ligado a sus hábitats de gran altitud en las montañas andinas, donde explotan una serie de recursos alimenticios. El tamaño de la nidada suele ser de 2 a 4 huevos y el periodo de incubación dura entre 28 y 32 días. Tras la eclosión, los pollos dependen de los cuidados paternos durante varios meses y aprenden poco a poco a buscar comida y cazar por su cuenta. Este prolongado periodo de dependencia juvenil garantiza que las crías estén bien preparadas para sobrevivir en el difícil terreno montañoso.

Dieta

Al ser oportunista, el caracara de montaña suele alimentarse de las presas más fáciles que encuentra, incluso de la basura humana. Probablemente se alimente de semillas o busque gusanos sólo cuando no disponga de presas más apetitosas, como cadáveres de mamíferos.

Colores

Negro, blanco

Datos curiosos

Navega, se eleva y cae fácilmente en las corrientes ascendentes.

Estado y esfuerzos de conservación

El Caracara de Montaña está clasificado actualmente como de Preocupación Menor en la Lista Roja de la UICN, debido principalmente a su amplia distribución por las tierras altas andinas y a unas tendencias poblacionales relativamente estables. Sin embargo, la especie se enfrenta a varias amenazas, como la destrucción de su hábitat debido a la expansión agrícola y las perturbaciones humanas. Además, el cambio climático supone un riesgo a largo plazo al alterar potencialmente sus hábitats de gran altitud. Los esfuerzos de conservación del caracara de montaña se centran en la conservación del hábitat y la mitigación de los conflictos entre el hombre y la fauna. Las zonas protegidas de su área de distribución, como parques y reservas nacionales, desempeñan un papel crucial en la salvaguarda de su entorno. Los programas de educación ambiental dirigidos a las comunidades locales hacen hincapié en la importancia de la especie y promueven prácticas sostenibles de uso de la tierra para reducir la degradación del hábitat. Además, la investigación y el seguimiento continuos ayudan a seguir la dinámica de la población y a fundamentar futuras estrategias de conservación.

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